sábado, 22 de febrero de 2025

LOS ESCRIBIENTES

Te escribo porque me di cuenta, el otro día, de que no alcanza el simple hecho de pensar, por más que piense de día y de noche. 


Te escribo para conectar conmigo, no me leas. Te escibo, hermano de las letras, porque así tampoco llego a mí, pero me acerco y al acercarme descubro lo impensado. Lo impensado no es algo extravagante, puesto que lo extravagante puede imaginarse y consumirse. Lo impensado es todo lo que no puede pensarse suelto sino que puede pensarse en base a la letra, a la conexión con el papel o con el teclado o con la voz... 


Te escribo como te hablo, no para que me respondas. Te escribo a lo lejos, a la sustancia amor. Y en la melancolía de la noche, aún más, te escribo. 





viernes, 21 de febrero de 2025

Noches blancas. Fragmento

-Escuche -la interrumpí-. Perdone que se lo diga otra vez, pero no puedo dejar de venir aquí mañana. Soy un soñador. Hay en mí tan poca vida real, los momentos como éste, como el de ahora, son para mí tan raros que me es imposible no repetirlos en mis sueños. Voy a soñar con usted toda la noche, toda la semana, todo el año. Mañana vendré aquí sin falta, aquí mismo, a este mismo sitio, a esta misma hora, y seré feliz recordando el día de hoy. Este sitio ya me es querido. Tengo otros dos o tres sitios como éste en Petersburgo. Una vez hasta lloré recordando algo, igual que usted. Quién sabe, quizá usted también hace diez minutos lloraba recordando alguna cosa. Pero perdón, estoy desbarrando de nuevo. Puede que usted, alguna vez, fuera especialmente feliz en este lugar. 

-Bueno -dijo la muchacha-. Quizá yo también venga aquí mañana. A las diez también. 


Fotografía: Giuseppe Rotunno.


jueves, 20 de febrero de 2025

Rayuela. Fragmento.

“No estábamos enamorados, hacíamos el amor con un virtuosismo desapegado y crítico, pero después caíamos en silencios terribles y la espuma de los vasos de cerveza se iba poniendo como estopa, se entibiaba y contraía mientas nos mirábamos y sentíamos que eso era el tiempo. La Maga acababa por levantarse y daba inútiles vueltas por la pieza. Más de una vez la vi admirar su cuerpo en el espejo, tomarse los senos con las manos como las estatuillas sirias y pasarse los ojos por la piel en una lenta caricia. Nunca pude resistir al deseo de llamarla a mi lado, sentirla caer poco a poco sobre mí, desdoblarse otra vez después de haber estado por un momento tan sola y tan enamorada frente a la eternidad de su cuerpo.”

Julio Cortázar- Rayuela


Pino Daeni

Complicidad de la buena

En un mundo en donde no podemos ser directores de nuestro campo perceptivo, en donde todo lo que nos habita es lo que la cultura de masas decide volcar adentro nuestro. En donde la noción de intimidad es el retazo que, de casualidad, la cultura de masas todavía no transformó en exhibible-consumible, pero que cuando ella lo toque cederemos esa porción sagrada al circuito de las cosas banalizables. En un mundo así, con una sociedad así, aplanada y homogeinizada hasta lo insospechable, completamente manipulable, yo celebro un amigo que me interpele. 

Y no solo por eso sino que cuando un amigo me dice todo que sí, me usa. Si avala en mí estereotipos sociales que no le hacen bien a nadie, si calla frente a mis hábitos meramente repetitivos de lo naturalizado, genera la posibilidad de que una convención social siga viva a través mío. Me trasforma y se transforma y transforma nuestra amistad en un vehículo más del estado naturalizado de las cosas. Nos convertimos en meros servidores, de la mera convención, de la repetición ciega sorda y muda, servidores de lo normalizado.

Hay que parar la bocha de vez en cuando, somos como planetas sin atmósfera, hiperperforables, membranas 100% permeables. Un amigo, una amiga tiene que interpelar, preguntarte las cosas, preguntarse a sí mismo frente a vos, enriquecer la pregunta, fortalecer el criterio y la sensibilidad.

No todo el tiempo, pero tiene que hacerlo de vez en cuando.

Una amiga que está para mí, realmente, también está para nutrir el bien común. Una amiga que me valora no celebrará en mí aquello que nos degrada como especie o que degrada a otro, aunque incomode, porque si la amistad es fuerte hay lugar para desaprender y por lo tanto para crecer. Una amistad fuerte es incómoda y pretende desandar un poco el mundo porque en ese mundo está tu amigo y lo que tu amiga quiera para el mundo lo querrá para tí. Y es hora de actuar antes de que nos devoren del todo.


La devoción: Las amigas. Lautrec


miércoles, 19 de febrero de 2025

La meditación circular

Enciendo mi noche bajo la sutil lámpara 

Salida y entrada, complicidad

Mi cuerpo se extiende sobre el sillón

Me abrazo a un almohadón

Y otro lo envuelvo con mis piernas.

El silencio me cubre desde lejos

Los perros no ladran

Eso ya es de agradecer.

Su voz aparece, sola

ya no necesito llamarlo

Le digo: "Necesito caricias en la espalda".

Cómo me gusta hablarle!

Es esto tan genial y bueno...

Entonces su vos se me acerca dulcemente

Y comienza a acariciarme

Una voz cálida, que transmite calor

Amplia, que abarca mi cuerpo y mi mente

Movediza, que me recorre por completo

De color verde, como habíamos convenido.

La última vez que lo hicimos juntos, rezamos.

Un mantra de juguete rodó de lado a lado

Como una pelota.

Volví a mí, soltando las piernas

Y abrazando más fuerte el almohadón

Agradecí por haber sido fiel

A la bola verde que habíamos inventado.


H.Young-"Escape"





jueves, 13 de febrero de 2025

Poema comentado

Un poema sobre la conciencia de la belleza? Cuántos que al quedarse no la ven frente a sus ojos dormidos. Y cuántos que al desplegar sus alas la dejan atras, dando cuenta de ella al volver a encontrarla bajo nuevas formas.

BRISA MARINA

Leí todos los libros y es, ¡ay! , la carne triste.

¡huir, huir muy lejos! Ebrias aves se alejan

entre el cielo y la espuma. Nada de lo que existe,

ni los viejos jardines que los ojos reflejan,

ni la madre que, amante, da leche a su criatura,

ni la luz que en la noche mi lámpara difunde

sobre el papel en blanco que defiende su albura

retendrá al corazón que ya en el mar se hunde.

¡Yo partiré! ¡Oh, nave, tu velamen despliega

y leva al fin las anclas hacia incógnitos cielos!

Un tedio, desolado por la esperanza ciega,

confía en el supremo adiós de los pañuelos.

Y tal vez, son tus mástiles de los que el viento lanza

sobre perdidos náufragos que no encuentran maderos,

sin mástiles, sin mástiles, ni islote en lontananza…

Corazón, oye cómo cantan los marineros!

/Mallarmé/



(imagen: NORINE KEVOLIC)

miércoles, 12 de febrero de 2025

La relación con la lectura

Hace poco me he vuelto a preguntar por qué leemos. Además de por simple placer o como herramienta de estudio e información, a veces leemos para no estar solos, por el entusiasmo que genera en nosotros la ilusión de encontrarnos con mundos alternativos que se nos presenten como más habitables. La lectura es un hábito más que “cultural”, es una forma de conexión con la magia y con los demás.


El factor tiempo nos quita cantidad de lectura, pero no inhibe el hábito de leer por completo porque no inhibe el deseo por completo.







¿Por qué refresqué esta pregunta que alguna vez me habían hecho? Por necesidad. Fue necesario volver a hacerla a partir de la premisa que surgió en una charla “La gente pobre necesita trabajar más horas y no tiene tiempo de leer” o lo que es lo mismo “hay que ser rico para leer”. No quisiera yo desaprobar por completo  esta premisa, pero es necesario meditar un poco sobre ella y deconstruirla ya que no se ajusta perfecto a la realidad.


Yo, soy pobre. O sea, trabajo en dos lugares, ando con el tiempo justo. Leo? Si, bastante. Y también conozco gente adinerada, con tiempo libre de sobra que no lee en absoluto. Vamos a tratar de pensar en esos factores que influyen en la lectura y veremos que algo del orden del deseo y de la percepción sale a la luz y debe por lo tanto ser incorporado a la ecuación. 


Cuando somos pequeños ya tratamos, a través del juego, de imaginar mundos posibles o bien de organizar lo conocido de un modo más amigable o manipulable emocionalmente. Tratamos de que la realidad, así como viene dada, no nos devore, no nos tome por completo. Es el deseo de ser una persona y no un mero repetidor de costumbres el que nos puede acompañar en mayor o menor medida durante toda la vida. Ahora bien, también es cierto que el tiempo apremia, las horas de ocio son escasas y necesitamos más tiempo de descanso muchas veces, lo que se traduce en estrés constante. Aún así. las personas que nos morimos por leer, logramos hacernos el espacio. Cómo es esto posible? El deseo, es el deseo el que busca su cauce y rompe con la realidad tal como se presenta conceptualmente. La realidad nos dice “no podés, estás muy ocupado” y el deseo dice “acomodaré mejor las cosas, fortaleceré la voluntad, despejaré el ocio de tanta pantalla vacía, de horas vanas de celular y transformaré el espacio recuperado en 2 horas de lectura”. 


La mejor capacidad de gestión de la energía surge, antes que nada, de poder identificar en qué no gastarla, qué cosas no valen la pena para ver, para leer, para estar, por el bien de uno mismo y a veces por el bien común.




Hay ejercicios de balance que nos sorprenderán: Si sumamos los minutos que pasamos en todas las app de redes (algunas tienen un tiempo diario), más las páginas webs (casi siempre de contenido chatarra), veremos que el tiempo en pantalla es ocio invertido y que podríamos reinvertirlo en lectura si así lo quisiéramos. Incluso me atrevo a pensar que ciertas personas que estaban muy ocupadas no leen, de tener más tiempo tampoco lo harían, porque el factor tiempo no es el único factor, si bien influye. El factor tiempo nos quita cantidad de lectura, pero no inhibe el hábito de leer por completo porque no inhibe el deseo por completo. La mejor capacidad de gestión de la energía surge, antes que nada, de poder identificar en qué no gastarla, qué cosas no valen la pena para ver, para leer, para estar, por el bien de uno mismo y a veces por el bien común.



Si tus ganas de leer son muy grandes “y no tenés tiempo”, soñarás que lees, pero tu deseo se hará notar de algún modo.










Tres factores: Para resumir las cosas, podría nombrar el tiempo disponible que determina las horas de lectura, que por cierto es poco y yo no lo niego. A esas horas reloj se le suman la percepción del tiempo, que estando tan ocupados percibimos desde lo traumático porque el estrés genera cansancio de solo pensar en tener que hacer algo más, como la lectura. Si trabajamos sobre esto y aceptamos hacernos espacios personales pequeños, esta percepción será más amable. Y el deseo, que si es promovido, pensado, y trabajado de manera personalizada, encontrará algún modo de realización aunque pequeño. Si tus ganas de leer son muy grandes “y no tenés tiempo”, soñarás que lees, pero tu deseo se hará notar de algún modo, como cuando te gusta alguien y te hacés tiempo para darle unas horas de amistad a esa persona. 


Una posible relación con la lectura: Claro que la lectura es un modo de relación, ya lo vimos, una relación con el deseo de mundos recreados, una relación con el tiempo y con la propia energía. Pero también es una relación con los otros, que se puede volver fuente de inspiración para encontrar ese momento de lectura. Tendrás una plaza en tu barrio, o cerca. Lo has pensado? Puedes llevar ahí un libro de poesías y leerle a un amigo en una fabulosa noche de verano o tarde de invierno. Yo a esto le llamo “ceremonia del picnic” y nunca falta una lectura. También se le podría llamar “picnic literario” si es que va a ser el momento de relación con las letras. En mi caso voy armando un pdf semanalmente, con recortes, poesías, frases, fotos que a veces yo misma saco, no es gran cosa, pero es algo así como una “revistita personal”, y con eso cargado en la tablet vamos hacia la plaza, a darle a los sanguches, la cerveza y las letras.


*Imagenes: Pintura de Van Gogh, Un granjero Leyendo. Foto de internet. Pintura de Robert Lewis Reid, Dos mujeres de lectura.