Cuando sueño con árboles, las brujas siempre están fusionadas al follaje, y apenas se distinguen entre las ramas. Yo me digo: "¿es o no es?" Hasta que algo le indica a la bruja que puede hacerse visible y entonces baja de la copa. Caminamos y al rato se escuchan pasos y aparece alguien con una forma que cada vez se distingue más como huamana. La bruja se asusta, y vuelve a ser árbol, y ahí el sueño se apaga como una sabia realidad onírica que al desaparecer me evita la angustia de la ausencia.
(*Imágen: Arthur Rackham)
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